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#1 El mercado

Aquí comienza tu visita. Estás de suerte, hoy es día de mercado. Mira a tu alrededor. Fíjate en la cantidad de puestos que hay. Este mercado no era un mercado cualquiera. Era uno de los eventos comerciales con más fama de la zona. De ahí que tuviera una importante afluencia de mercaderes. Fue todo un motor económico para Balmaseda.

Vista aérea del mercado

El género a la venta en el mercado era muy variado. El historiador Igor Santos Salazar (colaborador de Balmaseda 1487) recoge en su libro Balmaseda medieval: una villa en la frontera una serie de bienes con los que se mercadeaba en las ferias de finales del siglo XV. Habla de cojines, baúles, cofres, balanzas, madejas de Colonia y otras de oro y plata, bonetes sombrero de hombre y niño, cintos y bolsas de piel de lobo, anteojos, tijeras, alfileres, agujas, espejos, candelabros, campanillas, dedales así como hachas, espadas, espuelas, culebrinas, cotas de hierro, metralla, clavos, especias y productos de droguería, pelotas, gabinetes de escribanía, tinteros, resmas de papel, incensarios, rosarios, vidrios, cartas, sortijas, cera y tenazas entre otros muchos objetos (Santos 2021, 103).

Respecto a su extensión, abarcaba la actual plaza de San Severino y llegaba hasta la plazuela del Marqués de Legarda, junto a la sede de Enkartur.

Iglesia de San Severino

Hay otra protagonista en este lugar. Es la iglesia de San Severino, pero verás que es distinta a la de hoy en día. El principal elemento que hay que quitar es la torre. La gran torre que a día de hoy alberga el campanario se construye en 1726. Además, la crestería barroca tampoco existía en el final de la edad media. Tendríamos que esperar al siglo XVIII para ver ese elemento que le aportó al templo movimiento y verticalidad.

La capilla del Cristo encargada por la familia Urrutia, hoy en día uno de los elementos que le priva de simetría a la planta, aún no existía, es del año 1535. Por lo tanto, no es descabellado pensar en una humilde entrada al templo por esa parte norte. De la misma manera, el rosetón que hoy en día queda en el interior de la iglesia, pudo estar en otro tiempo en contacto con el exterior. Por otra parte, se sabe que para la construcción de esta capilla fue necesario derribar parte de la muralla. Esto nos da pistas para situar el muro a pocos metros del templo en época medieval.

De modo que la iglesia de San Severino tenía notables diferencias con la actual. Tenemos que pensar en líneas mucho más rectas que las de hoy en día, y olvidarnos de esas líneas curvas que estilizan el templo en la actualidad.

No existe constancia de un lugar exacto de enterramiento de los balmasedanos. Se conoce un documento de 1472 que hace referencia explícita a un cementerio en las cercanías de San Severino, pero no se indica en qué lugar exacto. Es de suponer, que con la muralla ciñendo la iglesia por detrás se situase en algún lugar entre el actual ayuntamiento y la parte de la plaza que da al mismo. Además, cabe suponer que un grupo indeterminado se enterrase dentro de la iglesia, como era normal hasta el edicto de napoleónico de Saint-Cloud de 1804, por el que se prohibían los enterramientos en las iglesias o en el área interior a las murallas.

Número de casas y habitantes

Es difícil dar un número exacto de las casas que había en Balmaseda en el siglo XV, ya que el libro de estimas solamente recoge aquellas sujetas a tributación. Por tanto las casas que fueran del clero no aparecen en esta suerte de catastro impositivo.

Tampoco se puede dar una cifra exacta de habitantes. En base a una estimación podemos dar una horquilla teniendo en cuenta el número de casas multiplicando por un factor de habitantes por vivienda. La horquilla resultante es de entre 1.800 y 2.300 habitantes. Pero hay que advertir que esto es solamente una estimación a la cual se llega recorriendo un camino con importantes problemas metodológicos como para darla por significativa (Santos 2021, 154).

Casas

El balmasedano Valentín Ibarra Lozano, colaborador de Balmaseda 1487, en su libro Crónica de la expulsión de los judíos, Balmaseda en el fin de la edad media hace una descripción de una casa tipo de esta época. Ibarra comenta que las casas se construían básicamente en madera y por lo general tenían dos plantas. Los artesanos destinaban la planta baja al taller, que también hacía las veces de tienda y almacén. Los tejados solían sobresalir para proteger a los viandantes y favorecer el negocio. En ocasiones en la planta baja había horno, bodega e incluso lagar. Desde una escalera interior se accedía al primer piso que se usaba como vivienda-habitación. Era el lugar donde se hacía la vida privada y familiar. Finalmente, en otra altura solía haber un camarote o sobrado para guardar utensilios, también usado como secadero de frutos y deposito de grano (Ibarra 2017, 36).

Nombres de las calles

A día de hoy, en el casco viejo de Balmaseda desde el río hacía el cerro existen las calles Martín Mendia, Pio Bermejillo, Correría, La Cuesta y El Castillo. En la segunda mitad del siglo XV tenemos que cambiarlas de nombre para poder identificarlas. La calle Martín Mendia era la Calle Vieja, la primera calle que tuvo Balmaseda. Pío Bermejillo recibía el nombre de calle del medio. La calle Correría constaba de tres partes, se denominaba Correría desde la actual plaza San Severino hasta el actual Palacio de Urrutia, Carnicería desde el Palacio de Urrutia hasta el nº42 y Calderería el tramo que queda hasta la actual plaza de los Fueros. Finalmente La Cuesta mantiene el nombre desde la edad media.

Las calles y sus nombres en el siglo XV

Ya estamos preparados para avanzar hasta la segunda parada y conocer más cosas sobre la muralla, las puertas y demás elementos.