Estamos llegando al final de nuestro viaje. Hemos cogido altura para llegar a lo alto del cerro del castillo. La principal protagonista de este lugar es sin duda la fortaleza medieval que coronaba la villa. Un castillo cuyos paramentos más antiguos han sido datados por radiocarbono. Estos análisis llevados a cabo por la UPV-EHU en la investigación arqueológica iniciada en junio de 2021, arrojaron datos novedosos que obligaban a retrasar la existencia del castillo del año 1295 (primera mención escrita) al año 940-978. Respecto a su forma, no ha sido sencilla la recreación de este elemento en el modelo virtual, y hay que advertir que está sujeta a mejoras y futuras modificaciones.




Tras siglos de abandono, este lugar tuvo una segunda vida en la primera guerra carlista (1833-1840), en la que fue reconvertido en fuerte a la moderna por el bando liberal. A día de hoy se conservan las ruinas de todo lo que en este lugar ha acontecido y existe un ambicioso proyecto de recuperación y puesta en valor del complejo defensivo. En dicho proyecto hay que destacar la presencia del Grupo de Investigación en Patrimonio Construido (GPAC) de la UPV-EHU, en el marco de un convenio de colaboración firmado por el ayuntamiento de Balmaseda y la Cátedra UNESCO Paisajes Culturales y Patrimonio de la UPV-EHU.
Para su recreación se ha partido del plano de Rafael de Lara, fechado en 1835. A pesar de ser cuatro siglos posterior, en dicho documento, de gran valor y relevancia, se describe lo que se encontraron antes de la primera transformación que sufriría el castillo en el siglo XIX. Y esto nos da pistas sobre cómo acometer la versión de la fortaleza que pudo llegar a la segunda mitad del siglo XV. El foso, la falsabraga y una torre de alrededor de 19 metros de altura son los principales elementos de la recreación de Balmaseda 1487.
Por otra parte, se ha llevado a cabo una labor de búsqueda de paralelos históricos (Untzueta, siglos XIII-XIV; Portilla, siglos XI-XVI y Ereñozar, siglos XI-XIII), que arrojaran luz sobre un posible remate a modo de techumbre de madera o incluso de tejas. Aunque hay que advertir del menor grado de evidencia histórico-arqueológica de este particular, como así lo hemos remarcado en la infografía en la que se explica esta escala de evidencia.
Sistema forestal
Y ya que estamos en altura, echemos un vistazo a nuestros montes. Nuestro entorno actual de bosques y arbolado es muy diferente al existente a finales del siglo XV, ha sido marcado y moldeado a lo largo de los años por las decisiones de gobernantes y propietarios, la obtención de beneficios económicos ha marcado el norte de la gestión de estos recursos en detrimento del valor histórico cultural o paisajístico natural del entorno. Las necesidades de materia prima, de energía para hogares y ferrerías (por ejemplo, para obtener 1 kg de hierro se requiere 4 kg de carbón que se elaboran con 16-20 kg de leña), el empleo de madera para elementos constructivos (viviendas, elementos arquitectónicos, construcción naval), requerimientos de alimentación para la población o ganado… todo ello ha marcado durante siglos las plantaciones y talas de unas especies frente a otras.
Hoy en día nos encontramos con plantaciones de eucalipto que en su momento reemplazaron, por resistir mejor las enfermedades al pino de Monterrey (años de auge en uso para papeleras) que a su vez reemplazo a encinas, hayas y robles que prosperaron en su tiempo para ferrerías y construcción naval, a partir de 1496 se extendieron los famosos arboles trasmochos, todavía podemos encontrarlos en algunas zonas, pero hay que retroceder un poco más hasta 1487. Parece plausible que desde la época romana habría extensiones en los montes vascos de robles, hayas y pinos (se citan escritos con nombres vascos aludiendo a estas especies), en 1457 hay citas sobre robles, hayas, nogales, fresnos y castaños…, algo que ha sido confirmado por estudios arqueobotánicos que denotan abundancia de especies de robles y hayedos.
En base a los datos disponibles parece plausible la hipótesis de que los bosques naturales del entorno de la Villa de Balmaseda en 1487 podrían estar constituidos por robledales y hayedos en zonas de pendiente media y encinares en zonas de pendiente más pronunciada, se complementaría con formaciones arbustivas de sauces, zarzales y coscojales. Los matorrales serían de brezales, tomillares y romerales. Las formaciones herbáceas, probablemente cerca de las murallas, estarían constituidas por prados de siega, praderas de montaña y pastos. También tendríamos pinos silvestres en las partes altas de montaña al ser una especie poco exigente en suelos por lo que coloniza terrenos pobres. Junto a todo ello convivirían otras especies entremezcladas de castaños, acebos, fresnos, arces, quejidos, carrasca, avellanos… Por otro lado, en la ribera del río Cadagua se desarrollarían los bosques de choperas y olmedas con las especies de chopos, álamos, alisos y sauces.
Actualmente tenemos la suerte de seguir conservando prácticamente todas las especies que disfrutaron nuestros antepasados, no en la abundancia de su entorno originario pero al menos si se ha mantenido la biodiversidad, solo una correcta gestión sostenible de esta herencia de incalculable valor podrá mantener esta riqueza en el futuro.

Y con este vistazo a nuestro patrimonio natural termina esta visita tan particular. Esperamos que haya sido una visita diferente y vuestra experiencia haya sido especial. Pero aún es pronto para marcharse. Nuestras calles todavía merecen otro paseo. En ellas conoceréis otro de los placeres de la zona: la bebida y la comida. Los bares del casco histórico son un lugar idóneo para ponerle broche a esta mañana. Te agradecemos que recomiendes esta visita a amigos y familiares, y te esperamos de vuelta más pronto que tarde.